Todos nosotros sabemos que Carmen Navarro es la cantante de más grande éxito en España, y mi historia comienza en unos de los conciertos de ella. En el mes de junio supe que Carmen estaría en mi ciudad, Buenos Aires (nada más que en La Bombonera), para hacer una presentación, y desde entonces comencé a planear una estrategia para lograr sacar una foto con ella.
Planeé todo desde los mínimos detalles. Mi intención era entrar en el hotel disfrazada de camarera, y la primera dificultad sería saber dónde ella se hospedaría. Descubrí, por medio de una amiga periodista en España (para ser un fan de estrellas internacionales hay que tener contactos), que Carmen se quedaría en el Hotel Madero, en Puerto Madero, uno de los más lujosos de Buenos Aires.
Seguí entonces para la segunda y más simple parte del plano, aparentemente: entrar en el hotel. Carmen llegaría el día 6 de junio, viernes, para hacer la presentación el sábado. Con la más grande cara dura, entré en el hotel y pregunté a la recepcionista cuánto era el hospedaje, y mientras me informaba los precios, mi amiga Julieta, que trabaja en el hotel, me vio y empezó a charlar conmigo, imaginando que fui a visitarla. Salió todo un lío. Juli dijo a la recepcionista que fui a visitarla, y además yo nunca tendría plata para pagar siquiera 10 minutos de estancia en el hotel, solo si muriera y naciera de nuevo. Yo casi la ahorqué, pero no podía quedarme lamentando, y tuve que pensar en otra manera de entrar en el hotel.
Me fui a casa, vestí mi mejor ropa, me puse unas lentes oscuras, un peluquín pelirrojo e hice un lunar en la mejilla. Adentré al hotel con un tipo de millonaria y nadie me impidió. Solo hice una cara de desdén a los funcionarios (creo que para ellos ya se hizo natural, ver siempre esa cara en los tipos que frecuentan el hotel) y subí hasta el séptimo piso. Según fuentes seguras (después descubrí que no eran tan seguras así), la habitación de Carmen era la 7006.
Por suerte y ayuda de los dioses (creo que Mama Cocha me dio una pequeña ayudita en esa parte) encontré la puerta un tantito abierta, y rápidamente entré en la habitación. Oí un ruido en el baño y me escondí tras las cortinas. De sesgo, miré un hombre morocho, con ojos azules y guapísimo saliendo del baño, enrollándose en una toalla muy blanca y (¡uy!) casi me desmayo. El hombre empezó a quitarse la toalla y yo rápidamente salí detrás de las cortinas. Él se asustó, dio un grito y dejó la toalla caer al suelo. ¡Dios mío! Me pareció aquellas ilusiones de óptica cuando se ve agua en el desierto! Me puse tan asustada con el grito que salí corriendo por el pasillo hasta las escaleras.
Bajé hasta el cuarto piso y senté en un escalón para descansar de la fuga inesperada (esa vida sedentaria un día va a matarme). Volví entonces para la lavandería, agarré un uniforme de camarera y me vestí (parecía finalmente que lograría acercarme de Carmen). Me mandaron ir a la habitación 8001 para cambiar la ropa de cama.
Cuando llegué, ¡Madre mía! ¡Era la habitación de C-A-R-M-E-N N-A-V-A-R-R-O! No lo creí. Salí hasta el pasillo, pregunté a otra camarera donde estaba el huésped de aquella habitación y ella me dijo que Carmen acabara de salir hacia La Bombonera para comenzar el concierto…Por poco no logré sacar la foto, pero voy a seguir intentando. Uno nunca debe olvidarse de su sueño.
